Una revolución sutil
- Yael Barcesat
- 25 may
- 1 Min. de lectura

Mi cara es seria, no sonríe casi nunca, quisiera cambiar eso… preciso hacerme de una cara sonriente, entrenar la sonrisa, encontrar la falsedad y la sinceridad en la expresión, buscar motivos para sonreír o cultivar la sonrisa inmotivada...
No basta con bombardear mi seriedad, es necesario que tenga algo con que suplantarla cuando finalmente la derrote. La revolución necesita una construcción en paralelo a la destrucción que promueve. Al menos, esa microrrevolución que producimos cuando queremos cambiar de actitud.
Pero se puede ir más allá: se puede socavar una realidad no deseada tan solo a través de la construcción de la alternativa, invertir el tiempo y el dinero que se gasta para armar un ejército en la hechura paciente de un nuevo orden. El antiguo no desaparece, pero deja de ser la única opción.
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