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Las preguntas también tienen lugar de nacimiento

  • Foto del escritor: Yael Barcesat
    Yael Barcesat
  • 1 jun
  • 3 Min. de lectura

Nómade tibetana fotografiada por Kin Chan Coedel
Nómade tibetana fotografiada por Kin Chan Coedel

Quien vive a gran altitud en la ladera de la montaña tiene abundante aire puro a su alrededor, también mucho frío por la noche. La comida tarda en cocinarse porque hay menos presión atmosférica. Los seres humanos escasean en las proximidades.


Quien vive en el valle profundo tiene una contención ante el frío, pero la polución se concentra como si estuviera en un pozo. Abundan las personas alrededor, por tanto también los efectos de la tecnología que utilizan. 


La vida en la montaña o la vida en el valle configuran escenarios en que se presentan ventajas y desventajas comparativas, que pesarán en la decisión personal de cuál es el mejor lugar para instalarse. Sin embargo, hay una cantidad de características naturalizadas que no advertimos (y por tanto no logramos sopesar) hasta que una persona foránea nos enfrenta a la pregunta: ¿cómo lidian con esto?


Los problemas que tenemos son fruto de la situación en que nos encontramos, así como los interrogantes. Durante el estudio de las sociedades matriarcales me encontré con varias preguntas de este tipo. En mi antropología de sillón converso con la gente muerta y con la gente viva del otro extremo del mundo, y con algún esfuerzo entiendo por qué ciertas preguntas encuentran una respuesta simple en un contexto matriarcal. Voy a abordar algunas:


¿Hay disidencias de género? ¿Existe el homoerotismo?

La disidencia es un desacuerdo en relación con una normalidad establecida. Cuando la normalidad no está hipertrofiada por mecanismos de refuerzo constante como los medios de comunicación masivos y las redes sociales, no son tan fuertes sus ataduras. En algunas sociedades matriarcales o en otras sociedades que no son la occidental se reconoce un tercer género, un “entre” que sacude la concepción binaria de la sexualidad (por ejemplo, las muxes en Oaxaca). 


En otras culturas, no solo no hace falta adoptar un posicionamiento “para siempre” en la orientación sexual, sino que masculinidad y feminidad no están atados al sexo de las personas con quienes se comparte el lecho (un ejemplo histórico: el homoerotismo en la Grecia clásica era un paso indispensable por motivos pedagógicos en la vida de los ciudadanos varones). 


¿Por qué son pobres? 

André Mafra y Mara Carneiro, colegas que estudian las sociedades matriarcales in situ, dieron una conferencia con motivo de su reciente viaje a Meghalaya para conocer a los khasi, un grupo cultural de casi un millón y medio de habitantes en que la herencia y la sucesión pasan de madre a hija. La hija menor es quien hereda el patrimonio y tiene la responsabilidad de cuidar a sus padres y hermanos. Al ver las fotografías de las modestas casas que visitaron, uno de los participantes de la charla hizo esa pregunta. La entendí y al mismo tiempo advertí la inocencia de pretender medir la riqueza con una vara universal: ¿parecen pobres porque sus paredes no tienen revoque? ¿Porque van “mal vestidos” ante la mirada occidental? Y por otro lado, ¿vivirían en esa aparente indigencia antes de que las fuerzas del capitalismo global les acorralaran? 


¿Por qué son analfabetos?

Consideramos analfabetos a quienes no acceden al sistema de escolaridad brindado por el estado o por instituciones privadas avaladas por él. En esa partición de mundo ponemos de un lado a quienes han aprendido a leer y escribir y del otro a quienes no, sin importar la cantidad de conocimientos situados que hayan incorporado: el saber hacer (fuego, comida, vivienda, afectos…)


¿No son democráticas?

La democracia no es el sistema privilegiado de gobierno. Las comunidades matriarcales (aunque no son las únicas, ver Pierre Clastres en su descripción del jefe en las que él llama “sociedades sin estado”) suelen desarrollar diferentes tácticas para evitar la acumulación de poder en manos de una persona. Por otro lado, la democracia no es más que la opresión de la minoría por la mayoría. En las sociedades matriarcales se apuesta a la búsqueda del consenso, lo que puede significar más costo en términos de tiempo, pero ciertamente favorece la continuidad de las decisiones. Los problemas que demandan este tipo de atención mueven a la convocatoria de asambleas para llegar a un acuerdo colectivo a través del diálogo, dentro del clan o de la comunidad. Todo el mundo participa, pero no tienen el mismo peso las opiniones de la gente más experimentada o que realiza más por el grupo de pertenencia que las de quienes tienen menos experiencia de vida o no desempeñan roles relevantes a nivel comunitario. En las sociedades en que prima la transmisión oral del conocimiento, las personas ancianas tienden a alcanzar una jerarquía social muy elevada por ser las depositarias vivas de la tradición y la experiencia.


1 comentario


Invitado
01 jun

Que bueno preguntarse por la contundencia de lo archi afirmado como única posibilidad. Gracias por esta oportunidad. 🌹

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