El verdadero jardín nunca es verde, de Nicola Constantino
A mí sin azúcar, por favor. Nada de cantar loas al supermercado. O al ciclo menstrual.
Lo quiero sin aderezos de ningún tipo. Tampoco me agradan las demonizaciones de la
naturaleza humana que buscan explicar (justificar) el desastre.
Esta errancia no tiene norte, así como no lo tienen las gaviotas y los cardúmenes… ¿o
sí? Nada lo tiene o todo lo tiene, y de esa búsqueda nacen las religiones, las filosofías y
la ciencia.
Todo pulsa, es tangible. Todo vibra ahora mismo. Nada me da igual, aunque no
necesite un objetivo para organizar mis prioridades. Las mismas inercias que
mantienen la vida en movimiento, estas vísceras realizando diligentemente sus tareas,
son mis maestras involuntarias. ¿De qué otro modo rendir honores a la respiración
más que respirando?
Doy besos al aire madrugón, estoy sola en el mundo.
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