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Sinestesia



Pabellón móvil White noise, de Soma architecture



Un viento fresco, la inminencia de la lluvia, otra vez. En general, cuando estoy sola tengo pensamientos muy simples. Bocetos de la nada. Horas de silencio con pensamientos. Pero a veces, cuando tengo tiempo, pueden surgir las inquietudes a raudales (solo ante el vacío, jamás en el día repleto). En el día pleno no escucho nada que no duela. Y entonces duele para hacerse escuchar, hace ruido.


Subir el volumen de ese ruido que va en paralelo con la melodía límpida de los días puede producir un resultado sonoro interesante. Todo es una cuestión de dosis, claro. Mucho ruido tapa todo lo demás, y entonces no se logra escuchar otra cosa que el desasosiego. Pero cierta cantidad de ruido condimenta, resalta determinados tonos de la melodía, y ese límpido dibujo se llena de grosor, adquiere un cuerpo, se vuelve inolvidable.


En este punto de la lectura parar todo y escuchar el tema Guitar Solo No. 5 de Neil Young, del disco Dead man wanted. Todo el tema. De preferencia con auriculares. No adelantar, no impacientarse, seguir escuchando mientras se lee el resto del artículo y más allá; apreciar los ruidos, que viajan de un lado del espacio sonoro, sensar lo que producen en esa guitarra que va engordando y volviéndose rozagante, potente, rica, con momentos de limpidez seguidos de decadente entrega.


Para que algunas cosas sean mágicas necesitan una cuota visible (o audible) de ruido. Si no me creés, intentá tocar este solo de guitarra que aún suena con una acústica.

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