El imperio de las luces, de René Magritte
Desde que empecé a explorar el mundo del arte plástico me extrañó que muchas de las obras expuestas vienen acompañadas de la leyenda “sin título”, o a veces más suscintamente “S/T”. Es una extrañeza a la que te acostumbrás fácilmente, y hasta terminás pensando que tiene todo el sentido del mundo, que lo raro es que vos sospeches de su utilidad. Pero volvamos a la perplejidad, treinta años después: ¿para qué poner esta frase?
¿Por qué no dejar simplemente que la inexistencia de título se manifieste por la positiva ausencia de palabras? Hasta me parece que la doble negación termina anulándose: la obra no tenía título, pero ahora que está rotulada “S/T”, fue bautizada con ese nombre. Un nombre aún más corriente que Juan o María, lo cual no tendría nada de malo a no ser que les xadres de juanes y marías eligieron nombrar a su progenie de esa forma. ¿Será que quienes no titularon sus obras querían caer en la gran bolsa del “Sin título”? Me dirán que soy quisquillosa.
Cuando leemos “S/T” bajo una obra satisfacemos con tan poco una curiosidad que debería permanecer despierta, agazapada. A veces nos da la sensación de que podemos relajarnos, al fin y al cabo lx autorx tampoco sabe qué es esto, y seguir con la próxima obra para terminar rápido el recorrido así tomamos un café.
Lo cierto es que sonrío al descubrir estas costumbres tan aceptadas, grandes pasadas por alto en mi opinión; me invitan a pensar cómo hacer para eludirlas individualmente, aunque pesimistas y esceptiques me digan que no soy más que una gota en el océano. Les doy la razón y al mismo tiempo una cosa no quita la otra: pienso en todos los museos y galerías de arte, en creadorxs de hoy y de todos los tiempos, y sin pretender influir en nadie, decido retirar el “Sin título” de mis propias obras, porque produce lo que no quiero, un apagado en vez de un encendido.
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