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¿Qué aprendiste?




Alteridad, de Nicola Constantino



Ayer me rebané el dedo índice. Una pequeña tajada que se desprendió dócilmente del cuchillo ante mi mirada atónita. Sucedió mientras cortaba mecánicamente un tomate y mi atención estaba en cualquier parte menos en la tarea. Sentí tarde el ardor, cuando el cuchillo ya había realizado limpiamente su obra. Recuperé el pedacito de dedo y lo apreté fuerte para que se vuelva a adherir, no sé si de manera supersticiosa o fundada en algo que escuché alguna vez sobre la capacidad del cuerpo de volver a soldarse en estos casos.


El resto de la cena fue apacible, bajé mil cambios como quien recibe un reto fuerte y precisa existir en voz baja por un tiempo, reflexionar en silencio y, sobre todo, no actuar. Pensé en mi propio cuerpo, que también precisaba un intervalo para regenerarse, dejar el dedo lejos de la actividad.


El reto como corrección es algo artificial, algo que llega tarde. Si el acto ya se hizo, si ya se manifestaron las consecuencias ¿para qué retar? Si aún no está hecho, hay tiempo para cosas tales como orientar, enseñar, compartir una experiencia en caso de que la haya. ¿Para qué sirve el “llamado de atención” hecho después de la acción? ¿Es un subrayado de las consecuencias, es un escarmiento con la expectativa de que cale más hondo el trauma para evitar la repetición?


Ayer algo me dijo de manera inconfundible que precisaba prestar más atención. No es una interpretación, es causa y efecto. No siempre el cuerpo habla tan claro, pero cuando lo hace, paro todo, me quedo en silencio como la niña que escucha un llamado de atención, convivo con las consecuencias e intento no sumar mi propio reto. En vez de eso me pregunto ¿qué aprendiste?

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