¿Se puede no renunciar a nada? Depende de la medida de la ambición. Se puede quererlo todo si ese todo que se quiere tiene el tamaño de una manzana. Si tiene el tamaño de un planeta ya es más difícil, porque te vas a chocar con una cantidad de deseos que pujan por el mismo espacio. Hay manzanas para todes (aunque me imagino que Elon Musk pensaría que sin duda hay planetas para él).
¿Es más feliz quien tiene más o quien desea menos? Se satisface antes la ambición moderada.
Si querés conquistar más, necesariamente vas a precisar más combustible, más alianzas, más información… pero para achicar tu deseo ¿qué necesitás? Se me ocurre que precisás cierto entrenamiento, ciertas reflexiones, crear un contexto propicio… lo que también te demanda combustible, alianzas e información. Estamos en la misma: para todo hace falta energía.
Distinto es si naciste con pocas apetencias, o si la vida te hizo así. Si este es tu status por default, poca ambición, lo único problemático es que alguien te meta la pulga en la oreja de que tenés que crecer. Y si naciste deseante, ojalá tengas motivación de sobra para ir en la búsqueda, porque es difícil aplacar esa sed. Lo que demanda energía es el cambio, tanto hacia un lado como hacia el otro.
Voy llegando al final de este texto y me visita la insidiosa constatación de que los deseos cambian de tamaño de un momento a otro. El deseo de comer es moderado al inicio de un día de ayuno. A la noche de esa misma jornada puede llegar a ocuparlo todo.
Leo a Marija Gimbutas, estudiosa multidisciplinaria de las civilizaciones neolíticas, que explica que la cruz, símbolo muy presente en los dibujos que cubrían platos, vasijas y sellos, asociada a las cuatro esquinas del mundo, significa “vida” o “vivir” en los jeroglíficos egipcios, y forma parte de palabras tales como “felicidad” y “salud”. Los símbolos de “llegar a ser” (medias lunas, orugas y cuernos) acompañan a estos dibujos en cuatro partes. No representan el resultado último de la totalidad sino la progresión continua, el proceso activo de creación.
Estas personas que nos antecedieron entendían la vida como algo profundamente relacionado con el cambio. Dudo mucho de que su visión de la felicidad haya estado asociada a la búsqueda de satisfacción, a ese momento de saciedad en que los apetitos se adormecen.
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