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Pagar el precio


Obra de María María Acha-Kutscher



Como un gigantesco embudo en el que (casi) inevitablemente caemos, el mismo condicionamiento nos conduce como primer paso a tener pareja, después a casarnos, después a “formar familia”. La vida se escurre en la resolución de los pequeños problemas domésticos, siempre fantaseando con unas vacaciones más largas o más desenchufadas; pero lo que cansa no es necesariamente el trabajo sino hacer malabarismos con las exigencias de esos dos mundos, el del trabajo y el de la familia, que no funcionan si no es en una unidad indivisible.


Pensás que en esa misma estructura vos podés hacer algo distinto, te tranquilizás imaginando que tus resultados serán otros. Pero una vez que entrás a la autopista no tenés forma de ir más lento o más rápido que lo establecido, hay reglas estrictas de convivencia para preservar ese equilibrio colectivo. Un embudo tras otro.


Y acá viene la punta del iceberg que puedo dejar ver, lo demás debe permanecer oculto, fuera del alcance de la justa indignación. Un mecanismo de escape del “deseo” materno, deseo producido por el bombardeo semiótico, ante el cual se objetará que los animales también “desean” reproducirse, y a lo que se contestará que los animales son un mundo en extinción, y que la tan elogiada razón humana podría llegar a puertos alternativos de deseo que no resulten tan nocivos para todos los seres terrícolas. Ese escape consiste en apostar a otros focos de atención: hacer crecer musgo de las piedras, y aprender a alimentarse con él; eludir el eje organizador pareja, descubrir otros; cambiar de vida cada tanto, cambiar el escenario y les protagonistas; mirar hacia otros mundos en los que la organización social es diferente y ejercitar con diligencia imaginarse en esos zapatos; no comprar lo que se siente como necesario, desconfiar de la necesidad y postergar al máximo su satisfacción. Así se crea espacio y se gana tiempo para que otras plantas nazcan en la huerta, que son malezas para el sentido común. Claro que para ganar ese tiempo tenés que estar dispuesta a perder el timming.

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