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Pactos


Los jugadores de fútbol, de Henri Rousseau


¿Qué misterioso pacto hacen las flores con los elefantes, los caballos con las abejas, los tigres con las gacelas? Nosotros, en cambio, somos animales de reglas e instrucciones, animales de justicia y culpa.


No vale copiarse, no vale que vos hagas eso si yo no puedo hacerlo. Cortá tus alas porque las mías nunca nacieron, o se atrofiaron. No vale sacar ventaja, a no ser bajo las impiadosas leyes del mercado; “leyes naturales”, claman algunas personas, pero suponiendo que así fuera ¿cómo podríamos dejar tan sólo esa área al arbitrio de la naturaleza sin entrar en angustiosa contradicción?


¿Hiciste la prueba de jugar rompiendo las reglas? Tanto más divertido. Alguien siempre se enoja, pero ahí tenés tu as bajo la manga: “es sólo un juego”. Fuera del juego, en los vínculos, en la relación con el entorno, cómo nos gusta que alguien se conduzca sin importarle las reglas, con ganas, en la dirección que nos agrada. Cuando lo hace en sentido opuesto a mi deseo, no pierdo un segundo en recordarle que rompió el pacto: me alejo a toda velocidad. No hace falta subrayar nada.


Cuando alguien se va de mi lado me quedo quieta, en silencio, apreciando las barricadas que atropellé, pensando si no habría sido más conveniente respetarlas y rodearlas. Y si concluyo que sí, hago la prueba de recorrer ese camino sin cercas, con los ojos cerrados: si me desvío es porque no era por ahí.

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