El Monte Fuji al atardecer, Hokusai
Cuántas veces se confunden mis elecciones con necesidades. Cuántas veces se piensa que no estoy decidiendo nada, sino permitiendo (sufriendo) que otres decidan por mí. Es un poco cómica esa subestimación. Se cree que mi conciencia está cooptada por deseos ajenos, y eso me hace ver cuán poco se apuesta a mi fortaleza.
En mi lugar, sopesar es parte de mis actividades cotidianas. No me evado por un segundo de la conexión profunda con el magma deseante, con un calor que es más intenso que el fuego. Pero no preciso entrar en erupción. Tengo válvulas de escape a través de las cuales puedo dosificar la explosión, transmutándola en exhalación.
En otras partes “libertad” es sinónimo de “vacaciones”. En mi lugar, “libertad” consiste en vivir de tal forma que no hagan falta vacaciones. La no acumulación es clave: de conflictos, de pensamientos, de objetos. Cuando hay acumulación de algún tipo, las cosas se atropellan para atravesar una abertura siempre más pequeña que lo necesario: no hay tiempo suficiente, no hay lugar físico que alcance, no hay vacaciones que rediman el cansancio…
Ya caí en la tentación de investigar los misterios que se agitan en el magma ajeno. Hay quienes eligen arriesgarse a perder su tiempo intentando descifrarlos. En mi lugar, “no quiero” puede ser dicho con palabras y con actos, y es siempre aceptado. El magma originario queda en el terreno de la piel hacia dentro.
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