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Mi lugar se nace y se hace


Diosa abeja minoica, flanqueada por perros alados



La escritura se produce, no nace simplemente. Como mi lugar. Producir da idea de ensuciarse las manos, ponerse de lleno a una tarea, mover el cuerpo y usar la propia fuerza. Nacer tampoco es algo simple, más bien todo lo contrario. El esfuerzo es doble, de quien alumbra y de quien estrena la vida.


Pero nacer da la sensación de algo que ya está listo, hay un antes y un después de atravesar el umbral del cuerpo materno, más allá de que haya mucha construcción por delante. Producir da cuenta de una cualidad laboriosa en la previa y en el durante, de un no saber cuándo la obra está “terminada” y también de una voluntad conductora. A veces tengo la ilusión de que puedo elegir cómo quiero que sea mi lugar, le doy cierta forma y no otra, le construyo límites y también muelles que se asoman hacia afuera, puentes levadizos, murallas…


Sin embargo, mi lugar no es algo distinto a las personas que lo integran, y esa tal vez es la constatación más chocante. ¿Cómo saben?, nos preguntamos cuando vemos un cardumen de bordes tan definidos, o una bandada en vuelo ordenado. La inteligencia colectiva nos hace pensar en una voluntad superior y nos perdemos en las especulaciones acerca de cómo lograr eso. Por momentos ansiamos que emerja el gran dictador capaz de organizar los roles como en el panal. Pero en el panal la abeja reina no es quien da las órdenes, no fue ella quien eligió ser reina, sino sus nodrizas. Apenas cumple con su trabajo.


Mi lugar “se” nace y se hace. Y con un poco de viento a favor, en el hacer se descubre que la materia prima de esa obra no está afuera.

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