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Llamando a Marte


Superficie de Marte, foto de la Nasa



Hay una persona que extraño y con quien me gustaría hablar. ¿Por qué no le escribo? Porque no tiene whatsapp, ni telegram, ni ninguna red social por las cuales nos comunicamos hoy en día. Pero tiene teléfono.


Podría llamarla o escribirle un texto. Podría hacer exactamente lo mismo que por medio de los demás canales, pero no. Hay una distancia enorme entre nosotras porque esa persona “no está en esos lugares”. De pronto me los imagino como espacios físicos. Cuando pienso en ella y armo posibilidades de encuentro en mi cabeza, no puedo evitar traducir su ausencia en redes sociales como lejanía.


¿Qué estará haciendo? ¿Vivirá rodeada de un silencio al que yo no tengo más acceso? ¿Otras personas se atreverán a romper la barrera invisible que me hace tan difícil llamarla por teléfono sin combinarlo antes?


Thomas Kuhn me dijo (a través de Joel Barker, a través de DeRose) que cuando un paradigma cambia, todo vuelve a cero. El sentido común de una época se hizo pedazos con un cambio de paradigma tecnológico y dio paso a su opuesto: si antes llamar por teléfono de improviso era sinónimo de cuidado y atención para con la otra persona, hoy llamar sin avisar puede ser invasivo y egoísta.


Habrá quienes piensen que “si no tiene redes sociales es porque quiere reducir al máximo la comunicación”, sin embargo no sopesan lo limitada que es la comunicación por esos medios, un contacto tan angosto, pese a la ilusión que se crea en torno a la conexión permanente. En gran parte, falta el cuerpo.


El retrato que he trazado hace aparecer a mi amiga como una persona esquiva, o por lo menos ermitaña. Da la impresión de que ella elige la incomunicación, entonces, paciencia. Pero no: es alguien a quien le cuesta mucho escribir, y ese es un gran obstáculo para las redes sociales, entre muchos otros. Más allá de lo voluntario, no toda la gente tiene acceso a las redes sociales. ¿Desgracia o alegría?


Me dirán que son excusas, que si realmente quiero entrar en contacto tomaré la iniciativa. Y es cierto. Entonces hago la prueba, llamo, contestador. Inmediatamente le escribo a la persona más próxima a ella, que sí está hipercomunicada, a ver si me hace de nexo. Me siento llamando a otro país desde una isla en la época de las cabinas telefónicas.

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