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¿La perdí para siempre?




Estatuitas de terracota con cabeza de pájaro, llamadas diosas-pájaro por Marija Gimbutas, pertenecientes a la cultura Vinca, encontradas en la región de la ex Yugoslavia. Datan de la época entre 1450 y 1200 aec.

¿O va a volver?


Primero se retiró por dos meses, nada que no me haya sucedido varias veces hasta los treinta años. Después de eso hizo una serie de apariciones breves y más frecuentes que lo habitual. Desde la última ya van tres meses y medio.


Es posible que ya no vuelva, marea roja que arrastra consigo humores y ansiedades calendarias. Pocas veces tenemos la chance de mirar a los ojos el final de una etapa (los ojos de ese final), aunque se trate de uno difuso. Con sus idas y vueltas va preparando el terreno de un cambio colosal.


Un gustito a muerte, un gustito a vida, una mescolanza de estados, una secreta euforia permanente (¡algo está pasando! ¡las cosas pueden cambiar!). Las mutaciones exigen pausas que amenazan con detener la locomotora de la rutina. “Escucho y obedezco”, diría un personaje de Las mil y una noches al comprender quién tiene el poder en esa situación. Yo, demasiado educada en la subjetividad sujeta de mi siglo y de mi lado del mundo, de la escuela a la que fui y del hogar en que me crie, esquivo todo lo posible entregarme a los mandatos de quien sea. Ignorancia que se paga con el precio de una incomodidad permanente. La acepto y convivo con ella porque lo otro es impensable. 


Un relámpago de lucidez: hacer como si todo estuviera subordinado a los designios de este proceso. Las ganas, las furias, las tristezas… pero también el día y la noche, el sabor de las cosas, el crecimiento de las plantas… efectos palpables que no pierden su consistencia de realidad, pero que son observados con la lente de una filosofía que interpreta todos los fenómenos como hechos que obedecen a las leyes de la naturaleza. ¿Cómo juzgarla? Sería ceguera de superhéroe osar frenarla. 


Al descubrir su mano omnipresente, sin ánimo de contrariarla, me siento no obstante capaz de negociar un poco, faltar a esto e ir a aquello. Un punto medio entre “hacer como si nada” y “escucho y obedezco”. En los puntos medios hay una alegría en voz baja, que no se anuncia con fanfarrias, a diferencia de la pasión-del-todo-o-nada.


Todo cambia a cada instante, todo está vivo dentro de este segundo. 

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