Röyi, de Gyula Kosice
Inventaron, o descubrieron, pues las dos palabras son idénticas, el arte de la prosa.
Conferencia sobre la poesía de los Celtas, Jorge Luis Borges.
“Pues las dos palabras son idénticas”. Inventar y descubrir. Lo mastico, lo digiero.
Lo converso con Nietzsche, que me dijo que somos esencialmente hacedores de ficciones, y que buscando la verdad lo único que logramos es mentir borreguilmente.
Lo converso con mi abuelo Kosice, que estampó en la contratapa de la revista Arturo: “Ninguna expresión, representación, significación”. Un reto a emancipar las formas, palabras, sonidos y demás materiales de todo sometimiento a la interpretación.
Hacer un poema como la naturaleza hace un árbol, propuso Vicente Huidobro. Y Monique Wittig suma que la sorpresa de las palabras en literatura no proviene de las ideas que se supone que expresan, porque un escritor se enfrenta primero a un cuerpo sólido que debe ser manipulado de una u otra forma.
Converso con estas personas, las escucho e invento este encuentro entre ellas, en algunos casos contra ellas; sin perdirles permiso las reúno en el living de mi pensamiento y las hago interpretar papeles como quien juega con playmóbiles.
Lo llamo a DeRose para moderar la charla, empuñando su fuego y su sonrisa. Lo imagino creando formas distintas de reaccionar a los mismos estímulos, de derivar la atención hacia zonas luminosas de encuentro, de encaminarse hacia instantes de la más osada felicidad. Con él vienen una oleada de personas, cada una con su potencial creador en diferentes fases de desarrollo, y entre todas construyen un clima en ese lugar que ya es una fiesta y un fogonazo de inspiración.
Reúno a estas personas que, por su unicidad, probablemente odiarían que las amuche. Este es mi invento.
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