Todo bien con que no comas papas fritas de paquete. Pero te estás dispersando igual. Cierto es que no mirás la tele, aunque la compu te entretiene. No hace falta que te vuelvas asceta, pero lo que te proponés llevar a cabo demanda un poco más de ascetismo para brillar en el fango.
Te negás a abrir esa otra pestaña, a recibir un mensaje, a "aprovechar el tiempo" en tanto aquello que querés hacer no empiece a fluir. Se siente la restricción, pincha un poco. Vas y venís en círculos, producís tu propia dispersión en forma de cadáver exquisito, la culpa lanza esporas que aterrizan en cualquier otra actividad que compita con tu objetivo. Sin embargo, en algún lugar oscuro yace la confianza en que tanta fricción genere energía.
Cuando finalmente acometés la tarea, estás extenuada: vomitás el resultado que se cocinó al fuego oscilante de una parca capacidad de concentración. Como, pese a lo accidentado, el proceso se concluye, no aprendés otra manera sino que abonás esa confianza en el alumbramiento por acumulación de estímulos chatarra, a último minuto.
Todo bien con eso. Contenido chatarra, comida chatarra..., al fin y al cabo la chatarra nos cerca por todos lados. Tus creaciones serán hijas de su tiempo.
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