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Improvisación en mi lugar



Imagen de la película Las alas del deseo, de Wim Wenders


En mi lugar, “llegar a ser” perdió su máscara de incentivo, revelando toda su tiranía sobre los planes y los deseos. No se visualiza la evolución como un ascenso, sino como un ensanchamiento en la percepción de lo que ya existe. Un estar reconcentrado que llega a empacharse de tantos bits por segundo.


La pérdida de un tiempo, de una experiencia, no merece ninguna lamentación porque el presente siempre se actualiza con los brazos rebosantes de frutos, en una cantidad que desborda con creces la capacidad de asimilación. Quien llore por no poder abarcar lo inmensurable nublará su disfrute de lo poquito que cabría en su alforja.


El futuro terminaba siempre desmentido, su rumbo desplazado, al punto de encontrarnos al cabo de ese esfuerzo sostenido en el tiempo, en una recta final que había perdido su atractivo en favor de inagotables otros deseos. Por eso aprendimos (y aprender es siempre ponerse en problemas) a gustar más del ahora…


…Aunque sin esa noción apocalíptica que opone el presente al futuro, lanzando una amenaza perpetua sobre lo que se viene. Sin embargo, la búsqueda horizontal y abarcativa hacia los lados, más ahora y menos después, ese feliz engordamiento, pone entre signos de interrogación la meta trazada hace tanto tiempo, que ya ha perdido su vitalidad, coartando la capacidad de improvisación.


Aunque suene paradójico, hubo un tiempo en mi lugar en que la meta fue aprender a improvisar.

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