Pájaros y peces, de M. C. Escher
Era preciso pescar. Pese al desagrado, ensarté la lombriz en el anzuelo. La lancé al lago, y
enseguida algo picó: dos palomas. Hubo que tomar coraje para superar la
impresión, plegarles las alas y retirar el anzuelo de sus picos. Una vez liberadas,
en vez de salir al vuelo, quisieron sumergirse otra vez en el lago. Me quedé indecisa entre el
alivio y la decepción.
Ya despierta, permanezco sentada un rato más a la orilla de mi lago mental. Las
expectativas son una hipótesis constante de frustración. A veces encontramos a alguien que
nos sorprende tanto como ver a un animal de aire sumergido en el agua. Imaginamos
su despliegue futuro mientras lo soltamos para permitirle el vuelo (pensamos que estamos
devolviéndole una capacidad olvidada). Y la perplejidad se repite cuando, sin embargo, este
animal vuelve a elegir un entorno que consideramos tan inapropiado para sus talentos.
Tal vez la pesca sea el peor comienzo para un vínculo de docencia.
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