Récit de vacances, de @iamslip
Si te das el lujo de no tener descendencia biológica, tal vez también puedas darte el lujo de no tener un auto, ni una casa propia. Tal vez puedas permitirte cambiar de lugar con más soltura después de algunos años cuando sientas que el paisaje a tu alrededor ya no ofrece ninguna oportunidad de despertar esa mezcla de adrenalina y emoción con que lo desconocido nos “cutuca”.
Podés darte el lujo de tener relaciones afectivas inestables, o de elegir una pareja para siempre, o varias, o de tener únicamente amistades. En todo caso, ninguna compañía será evaluada a la luz de lo que es bueno para terceras personas que dependen de vos, ¿o sí?
Tal vez lo que sucede es que cuantas menos personas dependen exclusivamente de vos, más relaciones podés tener en diferentes grados de intimidad. Se pasa del cuadro de doble entrada que contempla tus necesidades y las de tu familia (entendiendo esa palabra como se la lee tradicionalmente, como una constelación de gente con lazos de sangre), a un cuadro de múltiples entradas, cuya complejidad aumenta en la medida en que se cruzan las inquietudes de tantas personas, y al mismo tiempo ninguna se siente en el derecho de monopolizar tu existencia.
En el colegio secundario estudié los gráficos en 3D que se usaban para ilustrar la evolución del volumen de un sonido complejo en el tiempo, que contenía diversos armónicos. Ahí hay tres variables para contemplar: la frecuencia de cada armónico, el volumen y el paso del tiempo.
El paso de la chatura a la tridimensionalidad me pareció grandioso para mostrar esa riqueza de la evolución sonora en el tiempo, una gran solución. Me dio tanta alegría ver ese gráfico. Y podríamos sumar más variables, como la distribución del sonido en el espacio, y por lo tanto explorar formas aun más sofisticadas de graficar esos movimientos…
¿Qué cuadros de múltiple entrada estamos creando en nuestros vínculos? ¿Cuán monopolizada está nuestra atención? ¿Qué consideramos un lujo, tener un auto y una casa o no tenerlos?
