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Dar y pedir en mi lugar






Dar no siempre es dar. A veces es pedir. En mi lugar, esas dos palabras son una, porque en cierto sentido dar es siempre pedir. Dar un beso. Dar una palabra. Dar un regalo.

 

O también: pedir es siempre dar. Doy algo toda vez que pido, esté dispuesta o no, sea consciente o ignorante de ese intercambio.

 

Saber cuál es el momento propicio para dar implica considerar en la dádiva ese intercambio en que, como mínimo, pedimos atención a la otra persona. Dar es pedir. Y al momento de solicitar, qué buen punto de partida es llegar rebosando dones. Pedir es dar.

 

Esa semilla dicotiledónea supone un movimiento infinito. La deuda perpetua está implícita en todas nuestras transacciones: dar-recibir-dar... Pero hace falta otra traducción para entender la connotación de este núcleo de las relaciones: en mi lugar, la palabra "deuda" significa abrazo, encuentro, o también comienzo de algo. Se da por sentado el intercambio, que de esa forma no mancha de obligación ni de culpa, porque es el motor de todos los movimientos. Cuando se frena la rueda se detiene el movimiento.

 

La evidencia de que este mecanismo fracasó es la necesidad de crear una burocracia para reclamar un pago.

1 Comment


Guest
Aug 11

Que neste movimiento infinito yo pueda dar todo que recebo…

Gracias

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