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Brillo



Hokusai – La Gran Ola de Kanagawa, de Tomoko Nagao



Un día, toda entusiasmada, te anuncié que el mundo nos estaba alcanzando. Que todo lo que veníamos estudiando, enseñando, practicando, desde hacía décadas, en las más completa incorrección política, ahora era legitimado por una oleada de miradas frescas en nuestra dirección. Tu retorno fue discreto, en volumen bajo me contestaste sí, es cierto.


Pensé que estaba pasando por alto alguna información. Eso sucedió hace cinco años. Ahora entiendo que cuando algo se vuelve moda, por más potente, rozagante y arraigado que parezca hasta ese momento, difícilmente resiste a un maremoto. Ahora solo resta esperar a que pase.


Cuando pase examinaremos los despojos. Con gran cuidado intentaremos rescatar lo que quede de las personas que sintieron que llegaba su turno de surfear una ola que las aplastó. Alguna que otra habrá llegado a la orilla. Otras seguirán flotando lejos, mar adentro, en esa región donde no hay tanta diversión ni tanto riesgo. Esas habrán permanecido observando, casi quietas, algunas dudando de si estaban haciendo bien en quedarse tan lejos de la acción, otras más seguras de sus preferencias (que recibió el nombre de cobardía para algunes).


Las sobrevivientes tendrán una nueva chance: si terminaron en la tierra, caminar por la orilla oteando el horizonte; si siguen a flote, dejarse llevar por unas olas nuevamente amables, encontrarse con las que caminan como el mar cuando lengüetea la arena. Juntas, van a preguntarse si lo que define el éxito de una idea es la cantidad de gente que la suscribe. Y la delicia del sol en la playa les va a salir al cruce: la estrella sigue siempre ahí sin medir el número de televidentes…, ¿acaso podría hacer otra cosa?

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