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Aprender en mi lugar



Collage de @mr.babies




En mi lugar, sólo se aprende de quien no tiene la verdad.


No nos atraen los “cinco pasos para lograr…” En vez de eso, imaginamos el proceso como una apnea: mientras estamos en inmersión miramos ese mundo, guardamos todo lo posible en la memoria y, cuando es indispensable, salimos a respirar.


No buscamos el acuerdo ni el encuentro a mitad de camino. Entendemos que el flujo de conocimiento sólo se produce si la otra persona tiene algo que yo no, y viceversa. En ese intercambio, que no precisa ser ni justo ni inmediato, hacemos todo lo posible por no achatar lo que sorprende, por no volverlo más de lo mismo.


Si algo nos ofende, asomamos nuestras antenas más sensibles al aprendizaje. Nos apena cuando, por ponernos a la defensiva, desperdiciamos esas oportunidades de explorar zonas frágiles o desconocidas. Nos avergüenza retirarnos de una batalla en la que lo único que se pierde es el orgullo.


Salimos a enseñar cuando estamos en el camino del aprendizaje, no cuando el conocimiento está redondo y encapsulado. Es enseñando como digerimos, y está la posibilidad de que las cosas cambien de forma mientras se las transmite. Por eso somos reticentes a armar programas demasiado estrechos y a la enumeración de habilidades que se obtendrán. Hacer esto último, además, sería subestimar la singularidad de quien aprende.


En definitiva, en mi lugar no tenemos certeza de lo que enseñamos ni de lo que aprenderemos. Al decir, al escribir, al mostrar, no pensamos que estamos describiendo nuestro mundo, sino haciéndolo.

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