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Vulnerabilidad


Jaulas suspendidas en Sidney

La sensación de vulnerabilidad nos mueve a protegernos. Y ese movimiento puede ser negativo, como un repliegue, con miedo, o positivo, construir algo, dar origen. El sentimiento de base es “no puedo permitir que este tiempo se me escape entre los dedos, que esta inminencia de un peligro sea desperdiciada”.

En esta hora, lo cotidiano tiene una presencia soberana. Los rituales y protocolos del aseo, la necesidad del orden, el cuidado del espacio devenido improvisadamente estudio de TV van apilando los minutos del día en una torre que amenaza con rascar el infinito.

Sólo sobrellevo esta súbita relevancia de las tareas domésticas porque existe en contrapartida el sentido de urgencia, que habilita unas apuestas y unas actividades fuera de lo común. También cambian los temas que pueblan nuestras conversaciones, y nos animamos a especular con un futuro que desafía la inercia.

¿Cuáles de todos los cambios salvajes que soñamos se derramarán en nuestras economías domésticas? ¿Qué nuevas distribuciones ensayaremos, reconociendo el poder de la energía llamada dinero para motivar o desalentar comportamientos?

La gente se está volviendo experta en la cocina. Qué tal poner las manos en la masa de nuestros condicionamientos culturales: agarrar esa materia cruda y meterla al horno, generar transformaciones químicas, con la esperanza de que el resultado sea sabroso y nutricio.

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