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No volver a la normalidad II


Terraza del Palau güell

Esta terraza austera, de paredes blancas y piso verde recién pintados, me recuerda misteriosamente a las casas de Gaudí, en Barcelona, adornadas por chimeneas y torres recubiertas de un collage de pedazos contundentes. Es rara la asociación, este espacio tan vacío con aquellos otros tan poblados.

Gaudí combina como nadie lo redondo con lo anguloso, lo romo con lo puntiagudo. Los contornos de sus obras arquitectónicas pueden ser ondulados, pero hay una reminiscencia de las aristas en la textura que los recubre, como en la piel de una víbora.

En estos días trato de sortear los obstáculos haciéndome curva, aunque la amenaza pueda erizar las púas, incitar al ángulo recto. Lo ondulado me recuerda lo blando, y lo blando puede adaptarse a lo duro, en cambio lo rígido se apega a su forma.

Es un gran desafío. La planificación es uno de mis vicios constitutivos. Pero en este momento sólo me importa este día, como máximo esta semana. La visibilidad es limitada. Cada noche celebramos una victoria: haber vivido un día más bajo el sol, compartiendo lo bueno, que nunca es poco.

Las frases salen breves y mi amiga me dice que entiende, porque es momento de vivirlo todo, y que después habrá tiempo de narrar. Yo coincido, pero al mismo tiempo trato de tomar mis apuntes, para no olvidarme, para jamás volver a la normalidad.

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