Julio Cortázar
¿Qué es lo femenino?
Es tan difícil definir lo femenino como lo masculino. Una marca de sospecha acompaña todas nuestras reflexiones. Al intentar abarcar esas categorías abstractas que encierran una cantidad enorme de individuos, se corre el riesgo de trazar una línea demasiado concluyente, o lo opuesto, demasiado vaga.
Teresa de Lauretis desliza que la “F” que nos rotula como mujeres al llenar cualquier formulario se nos ha adherido como un vestido de seda mojado; mientras creemos que marcamos la “F” en el formulario, en realidad ella nos marca a nosotras.
¿Qué es lo humano?
Podemos intentar entonces rellenar esta categoría en vez de delimitarla: algo así como decir “esto es humano, y esto también es humano”…
A veces defino mi propia búsqueda, inspirada en el Profesor DeRose, como la investigación de una forma más amorosa, más humana de estar en el mundo. Por un lado, DeRose identifica lo humano con la voluntad de enseñar; el impulso irresistible de la corrección carga algo de ese gen de la docencia. En ese sentido, lo humano está relacionado con la capacidad de aprender y de transmitir, no sólo a les otres sino también a nosotres.
El mismo autor también menciona como un rasgo profundamente humano la voluntad de destrucción de todos los bichos que nos rodean, el deseo de controlarlo todo. Somos probablemente la única especie que no convive en su ecosistema con otras especies no domesticadas (léase esclavizadas, en muchos casos). Si hay una cucaracha cerca, es ella o nosotres.
Cortázar, en una de sus Historias de cronopios y de famas, advierte a quienes puedan confundirse: cuando te regalan un reloj, sos vos el regalado. El abrazo permanente de su malla deja de ser una elección tuya y te volvés objeto del objeto. ¿A qué categorías estamos siendo regalades?