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Mundo celular


Imagen del libro Buenos Aires, el poder de la anticipación, de Margarita Gutman

Veo a una señora muy anciana regando las plantas en un balcón, por primera vez. Siempre estuvieron esas plantas, pero yo nunca había visto a su dueña. Es emocionante: aparece recortado su pelo blanco en una ventana angosta y llena de ornamentos, la belleza sucia de algunos edificios de Buenos Aires. Quiero que me vea, levanto la mano y la saludo, pero es como la pretensión de unir dos mundos: el mío, que tipeo en la computadora en un balcón lleno de plantas, el suyo, que transcurre en la época en que el edificio fue construido, hace unos cien años.

Dejo volar mi fantasía: en su mundo, el celular no entró. No es como esas señoras que se aggiornaron y que, por falta de familiaridad con la tecnología, terminaron pasando más tiempo en contacto con el bicho electrónico que les jóvenes, quienes lo sienten como un brazo, o una pierna, o un sistema de pensamiento. Algo perfectamente incorporado, sin grieta.

Esta anciana no tiene celular y de esa forma se priva de un mundo, y se regala otro. Intento vislumbrar el mundo del que yo me privo, al usar celular. Tiene su ermitaño atractivo. Dudo de usar este adjetivo, porque hace poco un amigo me contó que conoció ermitaños, en India, que tienen facebook y usan lentes oscuros. Mejor decir que ese mundo sin celular tiene un atractivo romántico.

Ahora pienso en mi mundo con celular y computadora, con eventuales malestares en la vista o en el cuello de tanto usar el mouse, en mis esfuerzos por compensar el uso de las manos, por adiestrar la mano menos hábil para descansar uno de los hemisferios. Miro a las personas que ese mundo contiene, con las que hago contacto. En mi generación hay quienes ensayan abandonar el celular, o las redes sociales.

Nos resistimos un poco a esa incorporación total del celular a nuestro patrimonio vital. Pero mirándolo desde otro punto de vista, lo tedioso puede ser cargar el objeto, que aún no sea una parte integrada a nuestro organismo, que todavía no se reponga con nuestra propia energía y no se duerma en consonancia con nuestro sueño.

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