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Resina


Vislumbre de Étant donnés, de Marcel Duchamp

Este escrito precisó tantas gotas acumulativas de experiencia para decantar. La escritura es como la savia que se vuelve resina, que a su paso atrapa reminiscencias de corteza, pequeños seres, inmoviliza y eterniza unas formas.

Como sucede en la película Jurassic Park, yo imagino que puedo penetrar la resina y extraer el ADN del mosquito. Soy capaz de recuperar la vida de las formas eternizadas y volverlas sustancia otra vez, sacarles más jugo. Revisito mis ideas, aun con el temor de repetirme.

Tengo un amigo que sospecha que todo se acaba. Que en algún momento se va a apagar el chorro, que ya no habrá nada que decir, o al menos no en formato escrito. Yo temo más a mi reacción frente al agotamiento: estirar lo inextendible, seguir diciendo las mismas cosas. Pero cuando leo a otres no me parece que eso esté tan mal; cuando escucho a Manu Chao, que reedita sus músicas con pequeños desplazamientos, collages que contienen las células de sus muchos momentos, me emociona tener de dónde agarrarme para recibir lo nuevo con menos aprensión (o indiferencia).

Repetición con pequeños desplazamientos. Modificaciones pequeñas, sistemáticas, que permiten llegar desde otros ángulos, apreciar el paisaje desde otros puntos de observación.

La ilustración de este artículo aparece clara en mi cabeza: la obra Étant donnés, de Duchamp. Inmediatamente me censuro, me digo que ya la usé en otras notas, que tal vez ya la usé más de una vez… pero es perfecta. Hay un doble descubrimiento: por un lado, que la misma obra puede seguir ilustrando textos aunque sean casi iguales, sutilmente desplazados. Por otro lado, que el autor inmoviliza el punto de observación, nos deja espiar sólo a través de dos agujeros en una puerta rústica; no podemos recorrer la obra, no podemos sentir que la vemos en todo su esplendor. Étant donnés no es lo que se ve, es nuestra mirada bizqueando para asir lo inaprensible.

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