Espejo del cielo, de Anish Kapoor
Flores, bichos, hojas. Generar la escritura en medio de una tristeza inmensa. Una desagradable sensación de injusticia, que al fin desnuda su estupidez. La noción de justicia no es compatible con los amores y desamores. ¿Cómo exigir al despechado que actúe de manera justa, o al agredido que no se defienda? En un mundo ideal, el despechado se lame sus heridas hasta que surge la costra, sin infectarse; el agresor pide disculpas, el agredido perdona, el vínculo continúa o se interrumpe, sin la emergencia de nuevas oscuridades.
En un mundo ideal yo duermo una siesta y todo pasa, todo queda, se vuelve transparente. Esta sensible belleza atardecida borra todo el mal. Pero lo que ahora tengo a la mano es blues y una cabeza melancólica.
Aspavientos de lado, la cuestión es no retirarse de los lugares que alimentan. Seguir en modo perfil bajo, preguntarse y automirarse a los ojos, rebuscar en las entrañas, asumir la responsabilidad. La responsabilidad es siempre propia. Siempre yo habría podido hacer algo diferente. En mis manos el cambio, en mi regazo los retoños de mis actos, en mi pensamiento las enmiendas de un pasado inmodificable, pero también las correcciones de un futuro por crear.