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Desfamiliarizarse


Going and coming, de Norman Rockwell

Hay conversaciones que me gustaría tener con vos y con vos y con vos, pero no se puede, así que las escribo.

No es que no se pueda porque alguien se opone frontalmente. Pareciera ser mucho menos conflictivo que eso. Nadie se opone pero el velo de la normalidad se interpone. Una oposición frontal es más abordable, hasta por su visibilidad. Es fácil estar en contra de una fuerza que reprime. En este caso no hay una fuerza, más bien una inercia: si nunca hablamos en familia de algunas cosas que nos apasionan, ¿por qué vamos a hacerlo por primera vez ahora, después de tantos años de vínculo?

Acunados por la normalidad vamos conversando apenas sobre los asuntos prácticos: qué se come, dónde nos vemos, qué hacemos, cuándo nos encontramos, cómo va la vida… Y ante esa pregunta última que podría abrir la puerta a la inmensidad, algune se anima a balbucear un intento de avance hacia los aposentos interiores, pero claro, es una idea que precisa tiempo y ciertos cuidados, y rápidamente alguien cambia de tema, porque somos familia y somos grupo y llegó la comida y vamos a mantener la cosa leve.

No bastan las ganas de une para cambiar los condicionamientos de un grupo. Hace falta un acuerdo. Tal vez una convocatoria abierta, con temas predefinidos. Parece acartonado, pero puede funcionar como una vía de escape inicial a la tediosa zona de confort de la conversación, que hace que un encuentro sea igual al otro hasta el infinito.

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