Cuando surgen nuevos contenidos de enseñanza, crece también la necesidad de evaluar el aprendizaje. De la personalización de ese sistema dependerá su capacidad de motivar la asimilación de los conocimientos.
No todo es evaluable a través de la escritura o de la presentación ante una banca examinadora. Y si este mecanismo se usa sin cuidado, puede engendrar lo opuesto de lo que se quiere: una frialdad en el trato de los contenidos, que produzca buenos resultados en la evaluación, pero que permita su descarte del patrimonio personal de conocimiento del evaluado ni bien termine el examen.
Cuando me pregunto en qué contextos asimilé mejor un conocimiento, me recuerdo siendo interpelada, preguntada no solo por les profesores sino también por les alumnes y por otras personas. La pregunta trae la información a la superficie y hace que pueda ser compartida. El problema empieza cuando acartonamos la pregunta, la engrillamos a un momento único del semestre o del año y la volvemos propiedad de una junta con jerarquía superior a la de la persona evaluada.
No sé si es posible evaluar sin sistema. Pero dudo que logremos una apreciación certera de los conocimientos de quienes se candidatean a través de la pregunta anual-sistemática-jerárquica. Si buscamos librarnos de las sensaciones traumáticas asociadas a las situaciones de examen, probemos instalar la pregunta no agendada-random-multilateral como forma de bucear en nuestros propios bagajes de información que duermen, como tesoros olvidados en el fondo del mar.