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Narrativas matriarcales


Collage de Max Ernst

Cuando doy una charla sobre matriarcalismo, cuando escucho charlas de otres sobre el mismo tema, la pregunta invariable es cómo hacer para cambiar. Y mi sensación es que hay que hacer de todo, una lista infinita de pequeños y grandes cambios. Entonces pienso cómo podríamos reformular esa pregunta para que mueva a la acción, en vez de a la parálisis por lo inmensurable de la faena. Me rebota la pregunta recargada: cómo puedo hacer algo yo.

Dice Rita Segato, antropóloga argentina, “el trabajo de los intelectuales es donar palabras, colocar nombre a la experiencia que otras personas tienen, una experiencia que ya está en el mundo, pero sin nombre”. Yo pienso que para que esas palabras donadas sean fértiles, precisan tener un ancla de coherencia en la vida personal. Ejercitar los comportamientos y después compartirlos verbalmente, ese me parece ser el orden lógico. Sin duda hay tarea para rato, para los teóricos y también para los prácticos.

Haciéndome cargo de mi propia pregunta rehecha, me respondo: mi misión es recrear las narrativas que nos contamos. Tal vez cuando nacimos alguien nos contó o nos leyó la historia de Adán y Eva, o de Superman, o de Madame Bovary… pero ahora ya son nuestras, ya nuestros genes las cargan.

Definitivamente precisamos reformarlas para desarrollar una visión matriarcal. Partir de ellas para librarnos de ellas. Sembrar en la memoria literaria y genética de nuestro mundo (esa herencia que se transmite a les niñes con narraciones que se funden en sueños) un matriarcalismo posible en nuestros días.

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