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Percepción-intención


Imagen del espectáculo Carmina Burana, de la Fura dels Baus

A veces, una marejada de sensaciones te inunda. No podés darles forma, apenas sentirlas. Intentás clasificarlas, les pedís explicaciones, pero es inútil. Como no te bancás la falta de sentido les ponés un nombre, se lo contás a alguien (imposible contar sin nombrar) y pensás para tus adentros que las estás traicionando, que las distorsionás al encasillarlas. Pero es más que eso.

Al encasillarlas las creás, en cierta forma. Quién puede vivir sin un nombre? El verbo dota de existencia, e inevitablemente se trata una existencia condicionada, moldeada por vos. En el pasaje de marejada de sensaciones a cosa designable con un nombre se construye un nuevo ser, hecho de percepción e intención, no como dos elementos polarizados, sino como integrantes esenciales de todo lo que nos afecta.

Al leer a un autor, necesariamente recreo sus ideas. Agrego nuevas pinceladas a la obra de un pintor cuando la contemplo. La uso como trampolín de mis propias creaciones. Traduttore traditore.

Extrapolando esto que constato en la lectura y en la contemplación de una pintura a la marejada de sensaciones, pienso entregarme a este hecho: lo coloreo todo, incluso cuando me leo a mí misma.

¿En qué puedo incidir? En la elección de esos colores.

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