Fotografía de la obra Nelken (Carnations) de Pina Bausch
Estoy muy desacostumbrada, pero al mismo tiempo me acuerdo de la sensación de no ser anfitriona, de no tener ningún poder. Depender de que otre te hable y al mismo tiempo evitarlo, con miedo a que ese otre no sea quien vos elegirías, o que sea justo quien vos no elegirías.
Me gustaría saber flotar. Nadie ayuda por acá, un poco elle, porque tiene el cetro. De vez en cuando hace una invitación para todes y de esa forma la masa de gente se mueve con lentitud. “¿Alguien está para la barra?” Un par reaccionan, la masa se acomoda. Les que tienen algo que hacer ni escuchan. Pero si están como yo, sin siquiera un celular para escribir estos pensamientos, se acercan obedientes al escuchar la llamada. Vende, a su manera: “¿querés tomar algo?”. Pero no es a vos que te lo pregunta, no te ilusiones, no hay nada personal en esa invitación, es apenas una estrategia de venta. Pasan quince minutos de la hora de comienzo de la obra, no hay señales de que esto vaya arrancar. Elle atiende con disposición a sus comensales, que a esta altura ya son unas ochenta personas. Veintitrés minutos. Rostros encantadores se pasean encapuchados. Nada puede verse abierto, ni un bolsillo, ni un cuerpo. Las normas son claras aun donde parece no haber normas.
Todo termina. No hay despedida, es una obra de teatro. En el subte veo a una chica solitaria, como yo pero veinte años más joven, que estaba también en la obra. Se vuelve sola y, como yo, mira y escribe en su celular. ¿Ella también habrá ido con deseos de estar sola con elle y volverá con la misma frustración? Me gustaría tomar un helado con mi libro, pero ando mal de la garganta.
(En este momento es cuando invariablemente me pregunto: ¿qué va a pensar mi mamá al ver esto? ¿Cuántas personas manifestarán su preocupación al leerme, con un mensaje o una pregunta abierta? Y a todes les respondo: el flujo de la existencia me llena de tal forma con su caudal, y me siento tan rica dejándome llevar por la corriente, que me cuesta imaginar cómo podría estar mejor. Estar parada en el mismísimo centro, y al mismo tiempo tener la capacidad de dislocarse, libertad de dioses).