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Haciendo equilibrio

Fotografía de Loomis Dean, 1952

Todo se organiza en el mensaje presente, de forma tal que tengo una ilusión de sentido coherente y acabado. Pero no puedo confundirme pensando que este es el mensaje final. Este de hoy es un punto intermedio, un punto más en el trayecto. Puedo en mis próximos intentos de comunicar, deshacer o rehacer las ideas que compartí antes, y aún así la organización particular que es mi persona reúne esas bifurcaciones, a veces contradictorias.

Al existir la posibilidad de la interrupción de las comunicaciones en cualquier momento (porque uno simplemente puede no estar mañana para seguir emitiendo) dosificar con cuentagotas la existencia, y por lo tanto lo que se comparte, no me resulta muy atractivo. Más bien me dan ganas de abrir la canilla y dejar el agua corriendo.

El peligro en la vida de un equilibrista es que no se sabe si va a llegar al final. Si no llega, habrá dicho y hecho algunas cosas en su trayecto, que podrán o no ser recordadas. Pero también podría pasar que al llegar, él simplemente cortara la cuerda que lo condujo hasta allí, como intentó Kafka, dejando instrucciones antes de morir para que su obra se quemara. Al final de la vida borrar los rastros, como quien recoge la basura que quedó después del picnic.

Nietzsche a través de Zaratustra cuenta la historia de un equilibrista. Le dice que aunque muera a mitad de camino, su vida vale más que la de los que sólo miran. “Yo te voy a enterrar con mis propias manos.” Me pregunto si es posible solo mirar, si no estamos todes en una frágil cuerda, por más que nos tranquilicemos travistiéndola de asfalto.

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