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La era de la expresión

Lirio negro III, de Georgia O´Keeffe

En la era de la expresión, es más importante decir que une tiene ganas de ir al baño que emprender el camino hacia allí. Aunque de esa forma se pierda tiempo y une termine haciéndose en los pantalones, porque la manifestación de la necesidad es tan incontenible como la necesidad en sí.

Ante la pregunta “¿cómo vamos a hacer para resolver esto?”, mi respuesta siempre fue “pongamos manos a la obra para descubrirlo”. En el recorrido los melones se acomodan, incluso une puede darse cuenta de que era otro el cambio necesario, o ninguno. Se corre el riesgo de avanzar en círculos, de no llegar a ninguna parte, pero estoy segura de que con sólo salir a dar una vuelta, aunque sea en redondo, se airea la percepción y aparecen respuestas antes invisibles.

Existen muchos otros estilos: pensarlo todo antes de dar el primer paso, para ahorrar idas y venidas e ir directo al punto; dar más tiempo a las discusiones para que las ideas se desgasten antes de ser llevadas a la acción y que sobreviva la más apta (o que se disuelvan en el mar de lo inacabado); no hacer nada más que esperar, seguir expresándose al respecto sin intenciones de repartir tareas, hasta que le más desesperade por acción se haga cargo y agarre la posta…

La era de la expresión también da las flores más exóticas: algunas sólo han brotado a partir de que se les concedió un pedacito de aire y sol. Cuando me encuentro con las contradicciones de esta era pienso que de todas formas la prefiero, la banco, la defiendo, le doy un abrazo aunque sienta sus huesitos pinchudos por momentos, porque esa otredad de formas me muestra mejor quién soy yo.

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