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Retorno


Gratticieli e tunnel, de Fortunato Depero

No parece, pero estar en la naturaleza pega. La diferencia más notable sea, tal vez, el sonido de fondo. El considerablemente más bajo volumen del escenario auditivo. Y en ese contexto, se supone, todo lo que está afuera debería competir con desventaja, porque no hay que gritar tan fuerte para elevar la voz por encima del ruido. En teoría.

También puede pasar que en las inmediaciones del silencio, el ruido universal revele su papel imprescindible como fuente de inspiración. Tu trabajo puede aparecer entonces como un diálogo con el mundo, y si el mundo se calla, el intercambio pierde sentido, o te sentís hablando sole ante espectadores invisibles.

Mucho se ha despotricado contra la invasión sonora de lo que nos rodea. Sentimos en la carne la prepotencia de los motores, buscamos momentáneas alternativas de escape o nos exiliamos definitivamente en el silencio. ¿Y el diálogo? ¿No se estanca el agua cuando nada interfiere con su imperturbabilidad para generar movimiento?

La luna, mucho antes que el ser humano, encontró la forma de inquietar el agua de la Tierra. Tal vez en el silencio aprendamos a entablar esas conversaciones elementales, con la luna o con el agua, o a prescindir del retorno verbal de nuestros devaneos.

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