Fotograma de Naked lunch, de David Cronenberg
Si te iniciaste en la escritura con teclado (de computador, de máquina…) sin tomar ningún curso para ello, ya lo sabés: primero se mira el teclado. Es difícil aprender a escribir sin mirarlo, al teclado. Te dicen y tenés la sensación de que lo ideal sería mirar la pantalla, pero es difícil porque no es lo inmediato. La pantalla es el mediano plazo, y el corto plazo por ahora lo es todo.
Ergo, mirás el teclado, e incluso descubrís y corregís errores sin mirar la pantalla. Algunos. Después levantás la vista y la pantalla denuncia otras equivocaciones, pero nada grave, hacés rápidos toques y seguís adelante, la vista baja, la urgencia que apremia.
En algún momento, a algunes nos agarra la oscura certeza de que hay que dar el paso y elevar el mentón. Nuevas sensaciones, nuevos horizontes, escribir con el fondo de la mirada vertical en lugar de horizontal, muy parecido a caminar sin mirar el piso. Y el desafío máximo es corregir sin mirar el teclado, deshacer y rehacer sin perder la concentración en el destino, en vez de volver a enfocarse en el camino. ¿Es mejor? Es diferente, te leés todo el tiempo, porque tu mirada no consigue evitar reunir sílabas y formar significados. Pensándolo bien, escribir mirando la pantalla no es distinto a hacer un manuscrito, en que los focos de atención están muy próximos, la letra que se forma y la palabra recién vertida al papel.
Puede ser un hiato más o menos extenso entonces, entre que uno pasa de contemplar el texto mientras se escribe en el manuscrito a mirar el texto mientras se plasma en la pantalla. Me recuerda las cosas que aprendemos con inmenso trabajo para lograr un resultado tan parecido, tan mínimamente mejor. Nota mental: sopesarlo muy bien antes de iniciar una de esas grandes transformaciones.