Mujeres-perro, de Renata Schussheim
Él se levanta, cuida sus movimientos para no despertar al que duerme al lado, se baña para su propio bienestar y el de los que lo rodean, cruza la calle mirando a ambos lados y deja pasar un auto al que no le correspondía, porque tiene cara de estar en un apuro. Encuentra un anciano con bastón y lo acompaña hasta su casa, un chico le pide comida y se detiene a comprarle un sandwich.
Nuestra elección de comportamiento está segura mientras tenemos tiempo. En general tenemos claro cuán disponibles, cuán generosos nos gustaría ser. El tema es cuando no hay tiempo, y hoy nunca nadie tiene tiempo.
Ser lo más de lo más cuando uno tiene tiempo es como ensayar caminar en la cuerda floja haciendo equilibrio sobre una raya trazada en el piso. Todo bien, pero no es la cosa en sí. En algún momento hay que poner a prueba lo aprendido en el contexto real en que queremos que se manifieste. En el caso del equilibrista, es en el aire. En el caso de las elecciones de comportamiento, en la vida cotidiana, sin una brecha temporal para pensar en cómo reaccionar.
Cuando no hay tiempo para pensar tienen lugar los comportamientos instintivos, esos por los que los héroes de las películas reciben admiración y honores. Si uno es superhéroe reacciona de la mejor manera ante situaciones de presión sin intervalo entre acción y reacción. Una forma de lograr eso para los simples mortales es instalar un reflejo condicionado: ante este estímulo, que naturalmente me despierta una mala cara, voy a reaccionar con una sonrisa sincera (porque esto me conviene por mil motivos, entre otros, mi propia satisfacción personal y la de los que atestiguan la situación). Dificilísimo pensarlo en abstracto, probablemente me dirán que no es lo mismo aprender a caminar en la cuerda floja que abrazar un nuevo comportamiento, y yo me pregunto si no es lo mismo: ¿no requieren ambos un período de entrenamiento? ¿y no se trata en los dos casos de desarrollar reacciones neurovegetativas a determinados estímulos inesperados, las respuestas más adecuadas para preservar la vida y la felicidad?
Registro en algún lugar de mi educación el aprendizaje de que las emociones son indómitas y de que uno es como es, y ya está. Si pasé los primeros veinte años en esa certeza, es de esperar que para revertirla en los años siguientes, que no son los primeros, tiernos y fértiles para el aprendizaje, tenga que entrenar duro para construir algo distinto con la misma materia prima.