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El funámbulo en su salsa


Hacer equilibrio en la cuerda floja, esa es la situación ideal del funámbulo. Cuanto mayor sea el desafío, mayor la gratificación de mantenerse rodeado de aire, apenas con el apoyo de una línea que atraviesa transversalmente el pie. El equilibrista busca la tierra sólo para descansar unos instantes y volver a sentir la falta de apoyo, la inestabilidad que es también libertad de movimiento, flotación más allá de las capacidades comunes, atención redoblada en un instante que reúne mil instantes.

La del funámbulo es una vocación particular. ¿Por qué optar por el riesgo, cuando se puede estar en tierra firme? Es distinto del médico o el soldado, que muchas veces eligen la profesión para salvar la vida de los otros. El que camina sobre la cuerda floja, en cambio, se expone por divertimento propio o de los demás, y eso despierta mi curiosidad con cierto dejo de identificación. Algo produce eco cuando contemplo las pruebas de un equilibrista: el estar en un lugar intermedio entre dos puntos firmes, el deseo de llegar a un puerto, festejar y en seguida buscar nuevamente el abismo, lo solitario del desafío… metáforas de una existencia tan autosuficiente como sea posible en esta época colectiva.

No está mal llegar a buen puerto, pero cuidado con acostumbrarse y olvidar que el abismo reclama nuestras atenciones. Puede pasar que pierdas la práctica y un buen día, cuando precises zarpar, hayas perdido el sentido de equilibrio.

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