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Cuándo y dónde, si no

No siento el frío, mientras observo una maqueta del cosmos en miniatura, con estrellas fugaces mecánicas que recorren un cielo redondo. Planetas y satélites prolijamente pegados a la superficie convexa del cielo, y ahora me pregunto si no debería ser cóncava desde nuestro punto de vista. Pero claro, está representado para que nosotros lo veamos como si fuéramos dioses, no terrícolas. Desde afuera y no desde adentro, si tales locaciones son concebibles en el espacio.

Un frío perro que duele en la piel y en los huesos. El espacio cósmico visto “desde afuera”. Todas cosas difíciles de imaginar desde mi posición en el tiempo y en el espacio hoy, con calor asediante y habiendo nacido después de Galileo. Pero hago el intento y algo logro, algo vagamente relacionado con salir de mi pequeño mundo, rescatando hilachas de sueños, restos de la noche que asoman como las partes más elevadas de un navío que se hunde. Y antes de que desaparezcan por completo, les saco esta foto.

Desconfío de la rememoración y del lenguaje, dos filtros omnipresentes a la hora de decir algo a otro. Pero es preciso sobreponerse a esta momentánea imposibilidad de eludirlos para comunicar, y decir aún pobremente, sesgadamente, con un montón de paradigmas interviniendo entre la materia prima y el producto manufacturado. Algunos dirán que no existe materia prima del pensamiento fuera de las palabras y la rememoración, que esa es la mismísima base de nuestra estructura de pensamiento, pero yo siento otra cosa, y me permito guiarme por esa arbitraria (pero empírica) certeza.

¿Es críptico todo esto? Seguramente. Pero cuándo si no, ¡dónde si no!

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