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Flotación


Endless Night, de Gianni Corniola

“El camino te lleva”, me dijeron la primera vez que agarré una bicicleta para desplazarme a un kilómetro de donde estaba. Eso significaba que no había forma de perderse, que si te mantenías fiel al camino ibas a llegar a destino.

A veces acudo a esa imagen para amortiguar el impacto de la incertidumbre, que desatada es capaz de corroer todo lo que se va construyendo. Imagino que el camino me lleva. Y como no veo tan claramente el camino, porque puede ser que una ruta en el asfalto tenga límites bien visibles pero no es así con los proyectos que vamos llevando adelante, empujando hacia la concreción o dejando que nos conduzca el impulso de otres, si no distingo los borde de la senda, me transporto imaginariamente a un río y hago la plancha.

Los rasgos característicos hacen que ningún consejo sea adecuado para todes. Como siempre, me digo cosas escribiendo. Quienes leen estas palabras tendrán que evaluar si hacer la plancha es un medio o un fin, y sopesar las consecuencias que de eso se derivan. Para mí siempre fue un medio, por momentos angustioso (estar a merced de la corriente no es el paraíso para quien busca sentir que sabe a dónde va), de llegar a otras tierras.

Últimamente la incertidumbre empieza muy cerca y llega hasta muy lejos en nuestro paisaje. No sabemos cómo evolucionará este compás de espera mundial, ni la semana que viene ni el año próximo. Trato de hacer la plancha, ¿existe acaso la opción de frenar en la corriente? Mantener a flote la cabeza se vuelve entonces la prioridad y, mientras tanto, conversar con quienes flotan acá al lado.

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