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Cualquier presente en la Tierra


Sistema geocéntrico de Ptolomeo

Solemos imprimir en las relaciones el mismo nivel de gravedad al deber y al disfrute, cuando en realidad no nos debemos nada. Puro placer debería unirnos; sin embargo, deserciones en masa evidencian lo contrario. Deserción de los vínculos tristes y de los que, en potencia, serían felices: abandono por exceso de expectativas, que se transforman en presión que hace de la existencia una caldera. Nadie quiere estar en una caldera, aunque esté fría. Hay que salir lo antes posible, imagináte lo que puede suceder en cualquier momento si alguien prende la mecha.

Una oración para este momento: “librémonos de las expectativas, porque encogen el presente y ponen el pasado en perspectiva”. El problema con la perspectiva es que el punto de fuga que fijamos es completamente aleatorio, apenas ilusión perceptiva. La prueba es que podemos cambiarlo fácilmente, imaginando que estamos predestinados a esto o aquello. No lo sabemos, lo vamos montando, lo vamos modificando a medida que sucede, y está muy bien poder hacer eso tantas veces como se quiera.

Qué bueno es disfrutar el presente: hojas relucientes, una llovizna fina que todo lo toca, aún debajo de los techos, gotitas flotantes y omnipresentes. Hasta las pestañas de la gente terminan en efímera purpurina plata. Cualquier presente en la Tierra es mejor que mil expectativas en el aire.

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