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El lastre de las miradas


Conjoined twins, de Stephen Berkman

A veces me olvido, y no quiero que me pase más, de la limpidez del mensaje personal, en el cual uno escribe y el otro lee, sin el ruido de las opiniones ajenas, sin la interferencia de la mirada de otros. En mi opinión, cuanto menos condicionamientos mejor, y un vínculo cuya vida transcurre en público tiene más chances de sufrir la coerción del entorno.

Cuando estamos en el ágora de las redes sociales, nos miramos con segundas intenciones, o intercambiamos distintos grados de afecto, pero no llegamos a encontrarnos a solas, tal vez porque no hay mucho más para compartir. En ese caso, nuestro vínculo es un anzuelo para otros vínculos, o un juego que se muerde la cola. De cualquier manera algo que no tiene cuerpo.

En cambio, con aquella otra persona del pasado nos conocimos, nos amamos, pero no tenemos ninguna foto juntos, al menos ninguna en el celular. Tal vez haya fotos en papel, olvidadísimas en algún rincón. Si volvemos a comunicarnos, será consecuencia de nuestro deseo, porque no cargamos una mochila de expectativas ajenas a cada paso. Mantenerse lo más leve posible suele ser una buena premisa para llegar lejos.

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