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La lógica de la renuncia


Pintura Madí articulada, Diyi Laañ


La mayor decepción son las películas que tienen personajes transgresores y libertarios y que terminan mal, dejando la moraleja: nada de esto es posible, no hay forma de hacer bien las cosas fuera de la normalidad. El precio a pagar siempre parece ser desproporcionado, por algo que podría ser no sólo barato, sino redituable.


¿Cómo expandirse hacia otros campos de exploración si la lógica de la renuncia está por detrás de cada paso? La lógica de la renuncia consiste en que, si elegís aquello, tenés que renunciar a esto. Paralizante.


Esta mirada parte del límite y de una cierta valoración positiva de lo que se acaba, del bien escaso. Pero hay algunos componentes de la cuestión que parecen no ser tan lineales. ¿Hay una cuota limitada de amor o de goce? ¿Existe a priori una definición de lo que me gusta y de lo que no? Hay quienes piensan que nacemos así, que nuestros apetitos son lo más natural del mundo y que difícilmente cambian a lo largo de la vida. Yo me digo: qué tremendo ser siempre como fui.


Me viene mejor mirar las cosas desde la lógica del infinito, tan irreal como puede ser cualquier otra forma que queramos imponer a lo que percibimos como realidad: el mundo no se acaba. Cuando toca cierto límite se transforma, elude el borde, o lo atraviesa y nos mira del otro lado, continuando con su existencia fronteriza.


Cuando veo, leo o me imagino películas o narrativas con esa otra perspectiva, pienso que la mirada atrapada por el paradigma de la escasez no va a encontrarles sentido; “no vale”, porque se maneja sin reglas, o con unas reglas que no entendemos.


El ejercicio para combatir la parálisis paradigmática es alejarse un poquito más del centro hacia un borde que no sea una cerca electrificada (te das cuenta de la peligrosidad de ese límite porque tus vínculos más cercanos entran en pánico cuando te ven encarar ese rumbo), sino una imperceptible línea en el mapa, una de esas fronteras políticas que podrían estar ahí o un metro para acá o para allá, en que hay abundante tráfico no oficial. En este ejercicio no hace falta mudarse, apenas dar una vuelta y ver qué pasa.

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