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Compostaje emocional


Imagen extraída de http://createattack.blogspot.com/

El acto de sacar la basura implica sentir que existe afuera. Pensar que afuera es lejos y que es infinito.

Es muy posible que no seas vos quien tira las colillas por la ventana, quien deja caer distraídamente la latita mientras camina. Pero aún cuidando el entorno material, vale la pena cavar más hondo e investigar qué hacés con ese residuo interno que no podés ver o tocar, pero que ciertamente produce resonancias varias a tu alrededor.

Es impostergable desarrollar un trabajo de reciclaje interno. Compostar, airear, transmutar en abono lo que querrías tirar lejos y afuera; caer en la cuenta de que ese afuera no existe, porque vamos siempre achicando las distancias y codiciando más espacio, que encontraremos contaminado en la medida en que sigamos arrojando los desperdicios por la ventana.

Vas a precisar lombrices, o una fuerza equivalente para procesar los desechos y transformarlos en tierra fértil. Si elegís volverte tu propia lombriz, que digiere la mugre y devuelve rico humus, vas a tener que descubrir qué actividad te permite operar esa transmutación alquímica, convertir el plomo de la existencia en oro.

La próxima vez que te encuentres con alguien que deja caer un papel distraídamente en la vereda —más allá de tu actitud hacia le que todavía no descubrió que afuera y adentro es anecdótico— mirate y buscá con afán eso que desde vos puede estar contaminando al resto. Mandálo a tu compostera interna por unos días, a ver si el producto final puede fertilizar un par de macetas que están con la tierra gris y cuarteada, a las que les vendría muy bien un poco de vida.

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