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Fragilidad


Land art installations, de Cornelia Konrads

Al principio no podía escribir cualquier día de la semana. No podía hacerlo si había otra persona en el mismo ambiente. Ni pensar en escribir escuchando música. La fragilidad de las cosas recién nacidas.

Lo sorprendente para mí no fue tanto la existencia de estos requisitos sino lo mucho que tardaron en dejar de existir. Esperaba ver evolución en meses, en cambio fueron años.

La fragilidad y los procesos de robustecimiento siempre me hacen pensar en la naturaleza. Me pregunto cómo hicimos para alejarnos tanto, para mirarnos con la mirada del que nunca fue ave o mar, para extrañarnos de que nos suceda lo mismo que al medio ambiente o a los otros compañeros terrícolas. La cuestión es que en la naturaleza uno ve esos procesos en cualquier parte: un caracol volviéndose piedra, décadas de lenta transformación; un gusano convirtiéndose en mariposa, lucha sostenida por largo rato. Lo que no muere se hace fuerte.

Encontramos con frecuencia justificación para claudicar. Y sin duda nada de lo que hacemos es tan importante, nunca somos tan únicos como el viento en su tarea. Una abeja obrera es prescindible, pero también la reina. Claro que a todas hay que reemplazarlas debidamente, y la abeja que se da el lujo de simplemente retirarse, lo hace dejando un hueco que su comunidad precisará rellenar.

En algún momento perdimos nuestra memoria mineral y vegetal. Dejamos que se nos escapara de nuestro universo de referencias, y por eso nos sentimos tan solos ante la dureza del mundo. Pero no recuperamos ese sentimiento de hermandad apenas contemplando la naturaleza, lo hacemos cuando ante la oposición de fuerzas ajenas a nosotros elegimos seguir en la contienda, aun asombrados porque esperábamos menos dificultad, y por menos tiempo.

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